Cinco hallazgos literarios

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Lo primero que diré es que he descubierto a Kurt Vonnegut. Hace algunos años leí una novela suya.  Me dejó una tan tenue huella que apenas me acordaba de haberlo hecho. No obstante, ayer acabé Desayuno de Campeones y solo puedo aplaudir y seguir aplaudiendo. Mi hermano hace unos días, al saber que estaba disfrutando tanto con el libro, me dejó  «Matadero 5» y en el metro de vuelta a casa leí las primeras páginas. Fascinante. Me encanta el humor de Vonnegut, la estructura del caos, y ese vaivén entre la indirecta y el puñetazo cuando critica algo o trata las emociones.

Pero no quiero extenderme más, que hoy pretendo escribir sobre los últimos cinco hallazgos literarios en mi vida, y la extensión es enemiga de internet. Quizás ni siquiera hayas llegado hasta aquí. Si así lo has hecho querrás saber que mi segundo hallazgo tuvo lugar el mismo día que empezó mi idilio con Kurt Vonnegut, el día de Reyes. Ese día también me regalaron «Máscara» de Stanislaw Lem, un recopilatorio de cuentos del genio polaco. A Stanislaw Lem ya lo conocía. El hallazgo consiste en que nunca leí relatos suyos antes y en la maravillosa edición de Impedimenta. En la portada, las ascidias que el naturalista Haeckel dibujó para su compendio «Kunst-Formen der Natur», mezcla de ciencia y lírica, me invitan aún más si cabe a sumergirme en los mundos de Lem.  Quizás por la belleza de esas ilustraciones, quizás por mi pasado naturalista, quien sabe.

Aún no he podido leer más de dos cuentos. Por contra, el otro día disponía de repente de una indefinida e imprevista cantidad de tiempo que podría definir como muerto. Una persona con la que había quedado de manera abstracta, no cogía el teléfono, haciendo imposible concretar los detalles de nuestra cita.  Empecé a dar vueltas, para perderme sin perderme. Perderse es a menudo el único modo de descubrir. Y eso sirve tanto para el mundo exterior como para uno mismo. La cuestión es que allí estaba yo, caminando sin rumbo, cuando descubrí una nueva librería de viejo. Sí. Una librería de viejo, de diseño. Agradecí enormemente que mi cita no cogiera el teléfono. Eso me daba la oportunidad de curiosear entre estanterías repletas de libros de segunda mano.  La felicidad se encuentra en las pequeñas cosas. O inmensas, depende del punto de vista. Encontré dos libros de Juan Farias y se me aceleró el corazón, que curioso. Es un escritor que me provoca esta extraña sensación. Cada vez que abro un libro suyo, sé que encontraré algo dentro de mí. El encuentro detrás del hallazgo, y eso convierte el hallazgo en algo emocionante.  Uno de los dos libros ya lo había leído en la biblioteca: «La espada de Liuva». Una auténtica joya. Para entender a Juan Farias valga la dedicatoria de este libro, «Para Juan, hijo de Juan de la tribu de José.» Pocas palabras bastan.

Visitamos pocos días después Els Encants de Barcelona. Turistas en nuestra propia ciudad. A veces lo hacemos; unas microvacaciones. Els encants es un lugar donde se compra y se vende de todo. Hay una zona en la que casas vaciadas se desparraman por el suelo. Allí puedes encontrar juntos muebles, pequeños electrodomésticos, libros, bisutería, juguetes y hasta vibradores. Es la violación de la intimidad de  familias desconocidas, despojadas de sus recuerdos, vomitados ante los ojos de cualquiera. Flota en el ambiente una mezcla de estupor, morbo y emoción arqueológica. Y éste fue mi hallazgo: en una pila de libros, uno  de Philip K.Dick que ni siquiera conocía «El ojo en el cielo» en una infame edición, de fino papel y letra pequeña y abarrotada.  Por segunda vez en mi vida regateé y, aunque me llevé contento el libro al precio que con intransigencia había fijado, no pude quitarme la sensación de que había mancillado un poco el espíritu de uno de mis autores más admirados.

Por último me toca hablar de la Librería Gigamesh, una librería de Barcelona especializada en los géneros de Ciencia Ficción y Fantasía. Una librería que asocio a Terry Pratchett, a Tolkien, a juegos de mesa de importación. Momentos felices. Me llegó la noticia de que se mudaban. Sí. Una librería que se muda para ganar espacio, para ir a mejor. Una muy buena noticia, lamentablemente poco habitual en estos tiempos. Pero yo tenía la necesidad de hacer una última visita a la librería de mi juventud. Bajar las mismas escaleras de siempre. Mirar el escaparate y entrar en busca del hallazgo, como tantas otras veces. Y lo encontré. Un libro viejo y desgastado con relatos de Fredric Brown. Pero no solo eso. Una edición de tapa dura de una colección de literatura juvenil de Bruguera que teníamos en casa cuando éramos pequeños, en aquella época en la que los editores de literatura juvenil consideraban a los niños y adolescentes, personas inteligentes y no consumidores atontados.

Publicado en Momentos, Relato
3 comments on “Cinco hallazgos literarios
  1. Yo también recuerdo esos libros de Bruguera, desde Julio Verne hasta Lewis Carroll, de todo, de todo. Todavía guardo algunos como oro en paño. Me agradan tus cinco hallazgos, creo que este año, todavía no he tenido esa sensación, pero confio en tenerla. Por cierto tiene mérito encontrar una librería de viejos de diseño, supongo que es una nueva orientación para el negocio (maravillosa por cierto). Un abrazo

    • alexnoguesotero dice:

      Si…una preciosa colección. Y lo del diseño…vivir en Barcelona tiene eso, convives con la modernidad permanente.

  2. Molt bon post Alex, com sempre, fantàstic!

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